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Campamento en Margaret River

Bitácora de Viaje. Capítulo 4


En la cuarta semana fuimos a acampar a un lugar unas cuantas horas al sur de Perth en una reserva ecológica llamada Margaret River, o en Aussie... "Mags mate!".

Emprendimos nuestro viaje amontonados en un camión anaranjado lleno de comida y maletas compartidas para una semana en la naturaleza, sin duchas ni electricidad, quesque para prepararnos para futuros sufrimientos en Nepal. (Nada que ver, pero si fue útil).

Al llegar exploramos montaña arriba y montaña abajo, hasta topar con la playa más impactante que había visto. Dos minutos en el agua podrías morir, pero disfrutarla desde afuera fue increíble, de hecho, a lo lejos vimos ballenas (no es mentira, yo tampoco lo podía creer).

Los siguientes días serían de las mejores experiencias que tuve en Australia, y ese viaje me hizo  recordar cada mañana la magnitud de lo que estaba viviendo, y es que en la ciudad puedes aprender mucho de la cultura y la gente, y conocer lugares, pero, para mí personalmente, la mejor o verdadera experiencia Australiana se vive afuera "in the bush". Incluso si es a unos cuantos metros de la ciudad, la naturaleza salvaje te ofrece una experiencia completamente distinta. Al menos a mí, se me llegó a olvidar la distancia y diferencia con mi vida y casa en México, una vez estando en Perth, es otra ciudad, te adaptas rápido.

No fue hasta la primera noche del campamento, que mi mente y ojos se dieron cuenta. Esa noche estrellada salimos a caminar a la playa y explorar un poco. Según nosotros, sabíamos cómo llegar, pues lo recorrimos ese mismo día con luz. Si alguno de ustedes ha caminado en el bosque de noche, entenderá que, por más buena orientación y memoria que tengas, en la oscuridad todos los árboles y caminos se ven iguales. Y además, regla número uno de FrontLine: "Do not hike in the dark" (no caminatas nocturnas). ¿Qué hacemos nosotros?... caminar de noche y en las montañas, con tres linternas y un flash de celular para ocho personas.  Así que, efectivamente nos terminamos perdiendo,y en lugar de bajar a donde, por lógica, estaría la playa en algún punto, seguimos subiendo y subiendo sin detenernos. En cierto punto nos dividimos ya que las chicas en el grupo se cansaron, desesperaron o asustaron (la historia de mi vida) y, aunque casi regreso con ellas, decidí quedarme. Tuve que darles mi lámpara. Finalmente quedamos cuatro de nosotros haciendo bromas y caminando montaña arriba entre arbustos y pequeñas veredas parecidas a las que recorrimos más temprano,  y por donde vimos lagartijas de 20cm, arañas casi del tamaño de mi mano (digo mi mano porque tu mano es probablemente más grande, y no quiero exagerar) y hasta una serpiente. íbamos caminando en hilera entre los arbustos, cuando el Aussie más Aussie del grupo se ríe y dice: "¿Si vieron la serpiente verdad?". Volteamos inmediatamente y ahí estaba serpenteándose a lado del último en la fila. Pasó a centímetros de mí y ni siquiera la vi.

"Esa serpiente es de las 5 más venenosas del mundo. No les dije nada en ese punto porque hubieran hecho escándalo y seguramente le picaba a alguien. Estando aquí, difícilmente llegábamos a algún hospital a tiempo."

Por eso digo que todo lo que no viví, de lo que había oído de Australia, en las primeras tres semanas en la ciudad, lo viví en un solo día de estar en la naturaleza. De todas formas, la probabilidad de que te encuentres una serpiente en la ciudad, también es alta.




Hubo un punto en el que encontramos una roca sobresaliente y de ahí pudimos ver lo alto que habíamos llegado y lo profunda y lejana, pero imponente, que se veía la playa. Ahí estaba yo, sentada, viendo la inmensa sombra de las montañas a mi alrededor y la luna más grande que he visto en mi vida: roja, brillante, a mi espalda, alumbrado el paisaje con una luz tenue pero potente. Las estrellas amontonadas del hemisferio sur en mi cabeza, escuchando el silencio de la noche acompañado del sonido del Océano Índico a un kilómetro, quizás, pero se escuchaba como si estuviera a dos metros. Fue ahí cuando me cayó el veinte, cuando me dije a mí misma: "¡No manches, Cons! ¡estas en Australia! ¡Completamente al otro lado del mundo! ¿Puedes creerlo?" Me costó creerlo pero fue de esos momentos con uno mismo que quedan tatuados en la memoria. Después de unas cuantas horas de asombro y silencio, vimos luces desde la arena en la playa. Era el otro grupo que había llegado a la playa. Al principio parecían señales de SOS, por lo que dos de los que venían conmigo se asustaron, fue divertido, pues, obviamente, sólo se equivocaron con el botón de la linterna. Finalmente bajamos a tientas, pero corriendo, y nos reunimos en la playa. La Luna era tan brillante que veíamos nuestras sombras en la arena.  Volvimos al campamento al rededor de las 5-6 am, para luego levantarnos a las 8 a desayunar. Un día largo, pero valió la pena.

Toda el área está llena de ríos, bosques con gum trees, playas rocosas y aún más salvajes, riscos y todo tipo de flora y fauna. Encontramos una cueva y tuvimos varios momentos admirando y aprendiendo de lo que Dios ha hecho aquí y en nuestras vidas. En una de esas rocas se me ocurrió saltar a la siguiente. Serían unos tres metros de altura y un salto de un metro y medio o dos. El grupo estaba abajo y veían la magnitud del salto, que yo no veía, al parecer. Me gritaban, pero yo entendí que me estaban animando. En la otra roca un chico me extendió la mano, pero justo cuando salté la había quitado. Aterricé como pude y por gracia de Dios, pero me tambaleé y, si no fuera porque el chico reaccionó y me jaló de la ropa, me hubiera ido de espaldas y, como mínimo, roto un brazo. Después él me dijo que quitó el brazo porque lo decía de broma, no creyó que en verdad iba a brincar.

La bebé de mi líder vino con nosotros. Su nombre es Autumn, super tierna y tranquila, pero guerrera, aguantó todas las caminatas al sol incluso mejor que yo.



El último día fue mi cumpleaños número 19, y, aunque pensé que sería un poco deprimente estar en el autobús de regreso todo el día, resultó ser uno de mis mejores cumpleaños. Salimos a las 6 am, me desperté Con la lona y los tubos de mi casa de campaña que habían desarmado mientras yo estaba adentro. Cuando salí luchando con la lona y los resortes, todos  estaban afuera esperando con cámaras y riendo. Me cantaron las mañanitas en diferentes idiomas (no las mañanitas, pero sus respectivas versiones). En el camino paramos en una fábrica de chocolate australiano muy rico, para celebrar. Seguimos en el autobús por un rato, normalmente subimos al autobús y no paramos hasta llegar a nuestro destino, pero, por ser mi cumpleaños, estuvimos parando en cada lugar especial del camino. Primero una vista desde alto en las montañas, luego paramos en un bosquesillo medio seco y caminamos un rato para llegar a una cascada en medio de esa zona tan desértica, bastante impresionante. La cuarta, y última parada, fue en una playa tan calmada y transparente que podías caminar por metros y el agua seguía abajo de tus rodillas y el color de la arena se ve igual a todo tu alrededor. De esos escenarios inolvidables...Perfecto para un photoshoot.



Llegamos a Perth durante el atardecer así que nos detuvimos unos pocos segundos a presenciarlo y luego seguir, porque, de pura coincidencia, por ser halloween hicieron una fiesta temática de los ochentas en la base, así que, si queríamos llegar y seguir celebrando, teníamos media hora para bañarnos todos los 9 que vivíamos en mi casa (después de una semana sin bañarnos más que con el agua salada de mar). Nos disfrazamos y todo y llegamos cuando ya estaba todo prendido. En el momento perfecto.

Y así terminó el cumpleaños y la experiencia Margaret River: en una fiesta bailando, cansados de una semana tan intensa, pero con energía para celebrar la vida y lo que estaba por venir. Tener 19 suena bastante bien.




Para los que les gusta observar detalles: en una de las fotos traigo un tenis blanco y una bota de excursionismo. Mis bota izquierda todavía no se amoldaba a mi pie y, de tanto caminar, me saco ampollas. Aún era princesa en ese momento y no aguanté. Trine me prestó uno de sus tenis, cuyo tamaño era tres veces mayor al de mi pie. Así que, si compran botas de montaña, asegúrense de "break them in" (amoldarlas) antes de usarlas en serio.

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