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En el bosque de la China, la chinita se perdió

Las 72 horas más intensas que he vivido hasta la fecha.




Bitácora de Viaje. Capítulo 1


Esta historia sucedió hace cinco años.

Fue el primero de una serie de correos que menciono en el siguiente enlace

y que inauguran este blog:



“Aventura es cuando algo sale mal.”

Esta fue la primera de muchas aventuras en un viaje que hice a Australia y en la que la frase anterior aplica en todos los sentidos.

La primera parada fue Shanghái. La ciudad más cara y poblada en toda China, superando los 30 millones de habitantes y también la octava ciudad más grande del mundo. Después de 19 horas cruzando el Pacífico salí con la esperanza de encontrarme con una chica que me contactó mi prima, que le contactó alguien más, es decir, una extraña que prometió (por mensaje) acompañarme a recorrer todo lo que se pudiera hacer en un día de escala en su hermosa y gran ciudad. Afortunadamente, allí estaba esperándome en cuanto salí; muy agradable y dispuesta.



Tomamos el metro hasta el centro financiero donde subimos a la "Pearl Tower" una de las 5 torres más altas del mundo, con pisos de cristal que causan vértigo y miradores llenos de turistas tomando fotografías. Recorrimos algunas plazas, observamos algunas curiosidades de la moda y cocina oriental y caminamos al rededor de las calles atiborradas de gente que celebraba el día Nacional que conmemora el establecimiento de la República Popular China por Mao Zedong el 1 de octubre de 1949.

China es justo lo que pensé y mejor. Mucha gente. Muchas sonrisas. Mucha comida "exótica". Definitivamente un lugar maravilloso y lleno de cosas nuevas y diferentes a las que conocemos. Espero volver pronto, ¡es un lugar que vale mucho la pena!.

Regresé con tiempo al aeropuerto, registré mis maletas y caminé a la sala de espera. Con tiempo y tranquilidad fui a preguntar si estaba en la sala correcta y si todo estaba en orden. Mostré mis papeles, el hombre del mostrador los observó y me dijo en un inglés difícil de entender "flight delayed", lo que significaba que mi vuelo estaba retrasado. Volví a preguntar unos minutos después y recibí la misma respuesta. Insegura de que mi vuelo estuviera retrasado volví a preguntar y el mismo hombre respondió lo mismo, a lo que su compañero asintió. Vi gente abordar en otros vuelos y a otro joven que preguntó lo mismo que yo y obtuvo la misma respuesta, así que, comenzamos a platicar. Ahora, este era un vuelo pequeño y doméstico de Shanghái a Guangzhou, por lo que los trabajadores no necesariamente hablan inglés (¡aunque deberían!), pero este chico hablaba chino y, aún preguntando en chino, obtuvo la misma respuesta.

Cinco minutos antes de que mi avión partiera, según lo que decía mi boleto, volvimos al escritorio a preguntar. Esta vez había un hombre más ahí, vio mi boleto y me dijo "plane left". Tomó el boleto del otro chico y en chino le dijo lo mismo. Fue tan ilógico como suena, pero realmente me dejó el avión cinco minutos antes de la hora en la que supuestamente debía despegar.

Ahora va la explicación de lo que pasó: Habían dos vuelos hacia Guangzhou, ambos dentro de la misma hora, uno de ellos estaba retrasado y el otro no. El que NO estaba retrasado era nuestro vuelo, pero el hombre, por alguna extraña e inexplicable razón, pensó que era el que estaba retrasado desde la primera vez que pregunté, la segunda y tercera vez no se tomó la molestia de revisar nuevamente, y, debido a que no nos entendíamos, jamás rectificó que efectivamente mi vuelo fuera el que venía retrasado. Básicamente fue su culpa, pero mi error fue, gracias a la inexperiencia, confiar en sus dos únicas palabras. Con el otro chavo pasó prácticamente lo mismo. Y, para el momento en el que nos dimos cuenta de lo que pasó y tratamos de resolverlo, el siguiente vuelo, que iba retrasado, también se había ido. Cabe agregar que los tres personajes del mostrador hicieron absolutamente nada por ayudarnos o explicarnos las opciones que podríamos tener.

Así que... ¡perdí el vuelo! A las 10 pm, sin más dinero en efectivo, sin modo de comunicación, ni jota de chino, ningún lugar donde quedarme, con hambre, con sueño de no haber dormido casi dos días (diferencia de horario: 14 horas), a punto de perder el siguiente vuelo que me traería a Australia y que tanto trabajo costo conseguir, y en medio de las lejanas y complicadas tierras de la China. Además mi permiso transitorio era únicamente de 48 horas.

Esta historia hubiera pasado de cualquier manera (pienso yo) pero no hubiera sido lo mismo si aquel, igualmente desafortunado, desconocido no hubiera estado ahí. Como él hablaba chino y yo no, los siguientes 40 min los pase escuchándolo pelearse con los de la aerolínea. En mi mente pensé "Dios, esta vez somos Tu y yo, resuélvelo porque yo no sé ni como". Después de un rato de preguntarle qué sucedía sin obtener respuesta, el chavo me entregó un boleto. Me dijo que consiguió solo uno y que a él no le servía porque habría perdido su siguiente avión de cualquier forma, así que, me lo cedió y me advirtió que debía apurarme porque salía del otro lado de la ciudad. Le agradecí a él por todo y a Dios por enviarlo a vivir esto conmigo, nos despedimos deseándonos lo mejor y comencé la estresante travesía de llegar a ese lejano aeropuerto.

Para hacerlo más claro, es como si yo estuviera en el aeropuerto de la Ciudad de México y tengo 15 min antes de que cierre el metro, los camiones dejen de funcionar y los taxis me cobren el triple (además de que no tenía más yuanes y las casas de cambio estaban cerradas y no me sentía tan cómoda de subirme sola con un taxista por dos horas y media), y el último camión que pudiera llevarme al aeropuerto de Toluca salía en 20 minutos.

Intenté sacar dinero; no funcionó. Recorrí todo el aeropuerto preguntando qué podía hacer, obteniendo pocas respuestas debido a la barrera del lenguaje. La gente habla menos inglés del que esperaba. Oré. Lloré menos de un minuto, y un joven se acercó a ofrecer ayuda. (La gente en China es impresionantemente noble y amable). Me ofreció sacar dinero a cambio de que le diera lo equivalente en dólares, cosa que tal vez yo no habría hecho si estuviera en su posición y menos en un aeropuerto solo a esa hora (al menos eso se me ha enseñado). Corrí con mis dos maletas entre las oscuras, folklóricas y cotidianas (no turísticas) calles del Shanghái, para alcanzar ese último camión. Ahora sí, puedo decir que conocí los barrios bajos y la rutinaria vida nocturna de la ciudad, aunque fuera corriendo y con el corazón palpitándome en la cabeza.

En el camión, la mujer que cobraba tampoco hablaba inglés. Después de un rato de tratar darme a entender con manos voladoras y mímicas de todo tipo, subí mi maleta. Acto seguido, la mujer comenzó a gritarme en chino (ya había perdido la cuenta de las veces que me habían gritado esa noche sin que entendiera nada) y, después de un baile en el que la mujer bajaba mi maleta y yo la volvía a subir desesperadamente, una chica piadosa le dijo algo, tras lo que, aunque extremadamente molesta, me cobró. Después hice cuentas y, al final, todo esto me costó únicamente $30 mxn.

En cuanto subí al camión entendí porqué gritaba. Todos los lugares estaban llenos. La gente me miraba intensamente hasta que, en el fondo, en medio, se recorrieron un poco y me invitaron a sentarme. Pasé todo el recorrido, entre ronquidos y olores, al borde del asiento. Mi ritmo cardiaco seguía sin disminuir. Jamás había sentido tanta adrenalina. Pero me sentía viva, más viva que nunca. Logré sentir un poco de paz al darme cuenta de que a mis lados, en cada ventana, se transmitía la, monótona pero interesante, película de miles de condominios idénticos durante varios kilómetros a las afueras de la ciudad.

Finalmente llegué al aeropuerto más vacío y muerto que he visto y trate de dormir en una de esas sillas de metal que hay en las salas de abordar. No pude. Después de un par de horas en la madrugada, tomé mi avión, luego el siguiente avión y, después de tres días de escalas, eventos desafortunados y ángeles de la guarda, llegué a la lejana pero hermosa ciudad de Perth para experimentar otras miles de aventuras que estaban por venir.

Así empezó este viaje. Dios teniendo el control y yo "intenseando" como siempre.

Espero mandar el siguiente correo pronto, no necesariamente será igual de largo o del mismo estilo que este, pues mis horarios, locaciones y acceso a internet son bastante inestables, pero trataré.

Saludos y abrazos.

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